Mi maestro decía que la música no comunica ideas, nomás sentimientos. Quizá por eso parece inútil escribir acerca de música, sólo experimentarla permite recibir la emisión. Pero no es inutil, no todo ha de ser empirismo, la actividad cerebral rinde experiencias secundarias, analizar moviliza otros recursos más allá de lo sensorial o emotivo. Leer acerca de música te hace mejor escucha y tal vez mejor músico.
En Cahokia Jazz la música construye al personaje. La avenida va pulsando al ritmo de Kansas City Stomp, acaricia la espalda de la chica yendo por sus vértebras en intervalos de tercera. Y así.
Me gusta cuando los autores son también músicos, y más cuando hay música o descripciones de música ahí mezcladas en la prosa.
Joyce incluye fragmentos musicales, letras, melodías que describe con mucha soltura. Los libros de Richard Powers son geniales, sus personajes muchas veces son científicos y también muy naturalmente músicos. Sospecho que ese Richard es clarinetista, hay varias pistas por ahí. Kim Stanley Robinson escribe unas utopías hermosas en las que todo el mundo sabe y hace música, y es parte central de la buena vida de esos mundos. La utopía de Ursula K. LeGuin "Always coming home" está llena de cantos y danzas, de plano tiene soundtrack.
Cahokia no es ninguna utopía, aunque sí es un lugar que no existe. Igual que las utopías las historias alternativas dan puntos de comparación, te ponen a pensar cómo es que las cosas vinieron a ser así, cómo pudieron ser de otra forma.
En esta ficción los nativos norteamericanos no están diezmados y oprimidos. Organizan su propio estado, tienen su propio sistema de vida, en contacto con la civilización del hombre blanco en la década de 1920.
Con ese contexto: la novela policiaca noir. Tras la pista del asesino, tratando de pensar como él, de entrar en su mente. Examinando su motivación que, vamos descubriendo, conecta con el conflicto profundo entre las razas y sus cosmovisiones.
En el trayecto el protagonista alcanza el grado de héroe. Empieza siendo el amigo de uno más avispado y con cada episodio va armonizando con su propia motivación. Va decidiendo cada vez más por sí, pero esas decisiones siempre se toman con información incompleta. Más si estás en la tierra de nadie de una terrible guerra, con poderosos adversarios en cada flanco. Aún así encuentra la importancia de trascender, y varias alternativas.
Es detective, es pianista de jazz, tiene ancestría Tacouma pero no raices. Lo arrastra el mito del Hijo Descartado. Lo invitan a tocar, comparte el escenario con grandes músicos. Saca a bailar a La Princesa.
Este libro estimula mis fantasías de un mundo en el que hacer música es algo muy común, no sólo para músicos profeisonales. Tal vez era asi antes, cuando no había tanto distractor. Tal vez se vuelva así después, cuando salgamos deste medievo y estemos más acostumbrados a asumir que a delegar, cuando ser sólo espectador se perciba como una oportunidad perdida de participar.